El Espejo como Enemigo de lo Interesante
Por David Sanín “El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma” Bertolt Brecht Y no se apresure, amigo lector, a pensar que me refieroLeer más…
Por David Sanín “El arte no es un espejo para reflejar la realidad, sino un martillo para darle forma” Bertolt Brecht Y no se apresure, amigo lector, a pensar que me refieroLeer más…
En el 2022, al final del curso de Introducción a la impro (el primer curso para aprender a improvisar), tuve una socialización con uno de los grupos de dicho taller. Allí me llamó la atención que una de las alumnas dijera que yo “era muy fuerte en clase”, lo que mi agilidad mental me llevó a pensar en mi fuerza física y mis músculos, pero me miré y me vi flaco y escuálido, entonces supe que se trataba de otra cosa. La alumna, efectivamente, hizo hincapié a mi disciplina en clase, mis retroalimentaciones técnicas y a mi poco “coaching” emocional y psicológico.
Cuando entramos al mundo de la improvisación teatral, nos encontramos en un terreno que desafía nuestra concepción convencional del teatro. La naturaleza misma de la impro nos lleva a prescindir de material preparado previamente en ensayos. A diferencia de las producciones teatrales dramáticas, no tenemos guiones, espacios preestablecidos ni estructuras fijas. En lugar de eso, la esencia de la improvisación radica en la capacidad de los actores para transformarse en múltiples figuras teatrales en cuestión de minutos. Para lograrlo, el entrenamiento se convierte en un pilar fundamental.
Tenemos los compañeros de la academia de Acción Impro un chat grupal en el que vamos contando de todo: hablamos de las clases, recomendamos películas y ejercicios que nos pueden servir; de los espectáculos que se presentan en la sala, etcétera. Hace poco escribió una compañera lo siguiente: “Por favor abran un curso entre semestres o cuéntennos cómo van a hacer para calmarnos estas ganas de estar haciendo impro todo el tiempo”.
Ser fotógrafo de viajes es aprender a estar preparado para el fracaso y en esa misma línea del fracaso es aprender también a recibirlo con una sonrisa, si se quiere agregarle poesía a la ecuación.
Al igual que el clown, el improvisador sobre el escenario, vive en una sucesión infinita de presentes; navega en un mar de emociones intransitivas y habita el universo de la paradoja. Al igual que el improvisador, el clown escucha con atención, sobreacepta y lanza nuevas propuestas. Ambos acuden al gag, al resorte cómico y al remate. Ambos hacen que el publico ría, llore, odie y ame.
En el año dos mil cinco tuve un flechazo, un amor a primera vista con ella: la improvisación. De inmediato me agarró en sus brazos y me dijo: Llámame mejor; IMPRO, más corto y más intenso. Ella me exigía decirle sí a todo, para mí fue difícil, incluso llegué a sentirme impotente. Pero, acepté su reto y comencé a decirle sí a todo de forma extrema, aunque desde mi propia forma de entender la aceptación, diciendo: Hágale.
Una de las cosas que más me sorprende de la impro es cómo se puede llegar a sentir lo que se conoce como “the funny zone” la cual, creería que todos hemos experimentado o por lo menos presenciado.
La vida no tiene guion, no tiene un método establecido que debamos seguir para llegar a determinado fin de la vida buena, no hay un plan trazado para nosotros y mucho menos tenemos nuestras vidas escritas con un final feliz.