Por: David Sanín Gavira
Solíamos renegar de los títulos después de terminada una función, especialmente cuando había sido una difícil, decíamos que los títulos esto y aquello, que muy sexuales o escatológicos, muy clichés, muy tontos, largos o cortos, muy básicos o enredados, en fin, como les dije: renegábamos de los títulos (re-negar, severa palabra para un grupo de improvisadores cuya teoría dice que no deben negar, menos aun, re-negar). El asunto se tornó importante para mí porque había sido justamente el encargado de pedir los títulos al publico para iniciar una impro teatral, lo había hecho durante años y al surgir esta renegadera sentía cierta responsabilidad.
No puedo decir que la culpa de un mal titulo fuera mía, ni siquiera me atrevería a decir que fuera del público, es más, creo que no hay título malo sino improvisador sin ideas. Por otros procesos creativos, había surgido una frase poderosa y me había servido para afrontar situaciones de bloqueo:
Detrás de muchos “No” se esconde un gran “Sí”. Según esto; si teníamos un re-negar sobre los títulos, debía existir un re-aceptar a los mismos.
Usando la escena como cocina, y el calentamiento del publico como el mise en place, me puse en la tarea de crear junto al público buenos títulos y para ello modifiqué la manera de pedir aquellas frases. Intenté por medio de programación neuro-lingüística la inserción de temas subterráneos para luego mediante hipnosis sacarlos a la luz, jajajaja, no mentira, lo que traté fue de ser neutro en la manera como me refería a las ideas, no dar ejemplos recargados, sino, mejor, sugerir preguntas y estimular recuerdos o sueños; dar un titular al día vivido; entablar juegos de acción reacción para dejar ir las ideas reprimidas. También pedí a aquellos buenos lectores la valentía para levantar la mano y así distinguirlos, preguntarles sobre su lectura actual, y así llevar al publico de la mano y de la programación neuro-improvisitica hacía lo que sería la creación de un titulo. Luego implementé 15 segundos de silencio para pensar y finalmente, y ahí radica el éxito creativo, sugerí que compartieran su frase, en secreto, a quien estaba al lado, ya fuera un conocido o no. Con esto logré dos cosas: la primera y más importante crear un momento para un secreto, solo eso era mágico: una hija le susurra algo al padre, una pareja adolescente se ríe tras escuchar el titulo en mente, una mujer le susurra algo al recién conocido que la invitó a teatro después de aceptar una cita por medio de Tinder, en fin, crear un momento para susurrar al otro. Y lo segundo: al compartir los títulos tenía la seguridad de contar con suficientes frases para toda la función y evitar el incómodo silencio después de decir ¿Alguien quiere compartir otro titulo?
Me enfoqué en darle importancia a los tímidos y para ayudarles anulé la autoría de las ideas, ¿cómo? simple, quien levantara la mano para dar un título podía dar el propio, pero también podía compartir el recibido, o incluso, mezclar ambos y crear una nueva idea. Así podían nacer propuestas entre papá e hija, adolescentes risueños, o una declaración de amor al decir frente a cien desconocidos “Cuando te vi eras diferente a la de la foto, pero igual me gustaste”, la variedad de las ideas sería ilimitada. Así empezaron a surgir todo tipo de títulos en A toda prueba.
Mi maestro de crónica decía que lo último es el titulo, pero en la impro es lo primero, también decía que el titulo debería ser sensacionalista, es decir, que despertara emociones y sensaciones en el lector y lo invitara irremediablemente a entrar en el escrito. Suena a receta de escritor con mañanas, pero en realidad un titulo es la carta de navegación de la historia y también el primer golpe narrativo, por corto que sea, un titulo es gran parte del escrito, si no me creen recuerden títulos de libros, poemas, canciones, películas y miren como esta frase de una idea sobre el contenido, quizás sirva recordar “Cien años de soledad” de García Marquez por simple que parezca se trata sobre 100 años de una familia; “El hambre” libro de crónicas de Martín Caparrós, donde se dimensiona lo brutal del hambre. “Metamorfosis” de Kafka, “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos” y otros más en los que el titulo hace parte del relato. Bien, retomemos, el título en estas ocaciones provoca, adelanta, da cuanta de una estructura o de una emoción, sea lo que sea es la puerta de entrada.
El cómo pedir y el qué pedir de título es de gran importancia en la creación de formatos de impro, se trata nada más y nada menos que de la llaga necesaria del público para creer el milagro, y me disculpan por la metáfora desproporcionada al pensar la impro como milagro. El caso es que ese motor, gatillo, empujón, abre bocas, o cómo le quieran llamar es necesario en todo formato para darle voz a las ideas del público y de ellas debería nacer la impro. Para mí es la perla de la impro, o mejor aun, el balón desinflado con el que igualmente se juega, o también y para los amantes de la teoría del Guión; el titulo es un Macguffin, la maleta de luz dorada.
Después tuve oportunidad de dictar un taller sobre los tipos de formatos y allí surgieron varias reflexiones sobre este tema y mejor aun surgieron algunas tipologías del titulo. Con estas no necesariamente estaba resuelto el enigma de los malos títulos pero nos dio luces para abarcarlos. Encontramos que tenían algunas características útiles para situarlos en una impro, quizás por ese gusto mío de ordenar para crear surgió una manera para categorizarlos que a continuación les comparto.
El primero que intuimos es el título para dar inicio. Son ese tipo de frases tan contundentes o divertidas con la suficiente fuerza como para iniciar una escena al pie de la letra “todos abordo partiremos de inmediato”, o “Primero los gatos y luego los enanos” o “¿Dónde carajos está Carlos?”, todos estos títulos se pueden emplear como arranque de la impro de manera textual, casi seguro esto generará la risa del público por ser tan descaradamente directo. También puede usarse corporalmente, sin decirlo verbalmente, sino, realizando la acción. De este modo, si el titulo es “En busca de mi espalda”, podríamos salir a escena intentado mirar nuestra propia espalda con mucha energía corporal como si la vida dependiera de ello, seguramente la risa también aparecerá al reconocer que el actor hace textualmente lo que el titulo propuso.
Ningún tipo de titulo es mejor que otro, pero si este tipo de titulo desaparece después de ser usado al inicio deja la sensación de salieron de él porque era muy difícil. Así pues, conviene usar este tipo de gatillo inicial sea contundente para el desarrollo de la historia. —Señor Gomez le repito, su espalda continúa ahí, no tiene que mirarla reiteradamente, pero si no me cree le puedo recomendar algo. —Por favor doctor lo que sea, ésta duda de mi propia existencia me está matando. —Podría usted conseguir un espejo, amarrarlo en su cabeza dirigido hacía su espalda, y así podrá auto chequearse cuando lo desee y de paso ahorrarse el dinero de estas visitas medicas.
Luego encontramos que así como el titulo de inicio funciona muy bien, ocurre lo mismo con el titulo de remate.
Son frases contundentes, fáciles de recordar para el público, y se guardan para el remate de la historia. Estos generarán un mejor efecto cuando el público no prevé la su aparición y además, le da sentido a la historia. Darán la sensación de truco de magia al aparecer el titulo prácticamente olvidado. Pero ojo, no debe aparecer como un Deus machine, es decir, de manera gratuita y embutida simplemente para “salvar el titulo”.
Ahora bien encontramos un tipo de titulo estructural. Son aquellos que proveen una estructura dramática, en la que posee desarrollo temporal o espacial. Algo así: “No paro hasta el alto” este titulo tiene inmersa la idea de un viaje y la imposibilidad de parar hasta un alto. También pueden ser de tipo espacial como: “Escaleras eternas” Serán estas escaleras las que creen la estructura espacial de la impro, ya sea un edificio donde el ascensor nunca funciona y los vecinos van creando y desarrollando sus vínculos mientras suben y bajan. También este tipo de titulo puede tener los conceptos de tiempo y espacio: “viaje al futuro de Anorí” en este titulo se plantea el lugar y el tiempo de la impro.
Otro titulo estructural puede ser el biográfico como por ejemplo: “Toño de día y Otoño de noche”. Podemos usa esta idea como un día en la vida de Toño, o incluso su vida entera, con grandes elipsis de tiempo para mostrar que nació de día y murió en la noche; de día era taciturno y de noche era alegre; de noche era dócil y de día peligroso. Como ven en este último ejemplo no solo se presenta la estructura de titulo biografía, también se plantea una estructura de Yin Yan al decir que la noche y el día será el tiempo y las características de la historia.
Y finalmente, recordé un tipo de titulo que llamé el título al estilo Simón. Lo he llamado así en honor a mí hermano. él propuso títulos todas las funciones a las que asistió como público y sus propuestas eran tan explosivamente creativas que solo se podían asumir sin ningún miramiento racional, incluso tocaba darles vida con una tranquilidad irracional. Recuerdo un titulo como “Una vaca en bikini” Me supongo que está imagen da muchas ideas para estilos como Infantil, Realismo Mágico, Historia fantástica, pero cuando el estilo es Shakespeare la mezcla se hace más interesante, medio surrealista incluso, simbólica por veces, llena de juegos de palabras y fugada por completo del referente.
Según todo esto, el titulo no era el problema, podíamos darle un lugar honrado a cualquier idea y de ser necesario transformara para quitarle cualquier cliché o referente gastado. Lo primero es que el gran “Sí” oculto, ese que surge de tanto re-negar, es que aceptar las ideas del público como buenas ideas. Obviamente se puede ayudar con una ruta a través del calentamiento creativo, pero es necesario darle la corona del Sí; al fin y al cabo, no hay titulo malo, sino improvisador bloqueado.
Así pues, al estar de acuerdo en que las ideas del público siempre son valiosas, debíamos aprender a darle la vuelta a la tuerca cuando fuera necesario, también podríamos dejarnos ir por lo más simple y ser fieles al gatillo inicial sin ser muy inteligentes, sino más bien, juguetones.
¿Serán los títulos del público la idea más delicada y por eso merecer un especial cuidado? Sin disculpas ni renegadera un verdadero improvisador acepta con humildad cualquier idea, incluso si no le gustan, pero sobre todo debe aceptar y explotar creativamente las ideas del público.
Quizás este escrito parezca pretensioso al intentar agrupar los títulos por categorías, como separándolos en casilleros y etiquetarlos debidamente y sabiendo que una cosa es agrupar los títulos en el papel, y otra, es recibirlos de manera in fraganti en escena. También es cierto que para los improvisadores más espontáneos les resultará tedioso el hecho de encasillar las ideas y reaccionar según estas categorías, pero seguro que cuando se enfrenten a un titulo que los deje en blanco, o uno que no les guste, en vez de escuchar esa voz interna tediosa que reniega, podrán repasar alguna de estas ideas y quizás allí encuentren una forma de asumir el titulo.
Por ahora un simple consejo este para el público que quizás nos lee, apliquen el método de Jhon Borhaus en su libro Cómo orquestar una comedia, creen una lista rápida de 10 ideas, no importa lo tontas que parezcan, y luego, elijan la que más les guste. Por ahora hago la mía: “No hay titulo malo, sino cien ideas volando”, “An ton Ti tu li lo li lo” “Titúlame que yo te aceptaré” “Sin titulo” o “Por culpa del titulo”. Espero que con estas ideas nuestros comentarios en el camerino sean: “Qué impro tan buena, y fue por culpa del titulo”.
Justo por los días que se publicó este articulo sobre el titulo estaba leyendo los cuentos de Roald Dahl y encontré una modulación del titulo que no había tenido en cuenta y se trata del titulo que le da el sentido a la historia. Permítanme decirles que al señor Dahl, ya lo había escuchado a mis once años de edad en boca del profesor Claudio. Solía leernos por unos quince o veinte minutos después del segundo descanso, el largo, nosotros entrábamos con la adrenalina aún eufórica por el pase gol, la herradura, la mochila camuflada o las aventuras García en su helicóptero invisible y al regresar fatigados al salón de clase, Claudio nos invitaba a recostarnos en el piso, relajarnos, cerrar los ojos con calma, respirar profundo y escucharle leer Charlie y la fábrica de Chocolates; por fin aparecía un maestro en mi vida.
El caso, como venía diciéndoles, es que el señor Dhal por estos días me daría otra modulación del titulo y es la de titulo que le da sentido a la historia. El Soldado. Así se titula este cuento, y da cuenta con lo que Hemingway llamaba la punta del Iceberg. Se trata de una narrativa, en las que por momentos el lector se siente detective intentando descifrar un enigma, narra una parte de la historia pero da la sensación de que lo profundo tiene más contenido que lo que se narra, y una característica aun más poderosa es que después de leído quedas pensando e imaginando posibles desarrollos de la historia y eso da la sensación de que puedes participar creativamente en la historia. Este tipo de narrativa puede encontrarse también en Los adioses, novela de Juan carlos Onetti . Sobre esta novela aun se hacen análisis para descifrar lo que en realidad acontece en ella, por eso permanece vivo el relato, y no acabado y finito, se produce una atmósfera tan poderosa como que no solo te enteras de una fabula sino que participas en ella, algo parecido a lo que sucede con Pedro Páramo o en Tomates secos exprimidos de Carlos Alberto Perez.