Por: Carlos Pérez Pérez
¿Cómo y cuándo termina una improvisación? ¿Qué hace que una impro se termine? ¿Puede una historia no terminar y ser esa última escena el verdadero final de la impro? ¿Qué es un final?
Vamos por partes. Según la RAE, final se atribuye a: “Término, remate o consumación de algo… Conclusión, desenlace, término, terminación, consumación, remate, cabo. Objeto o motivo con que se ejecuta algo”.
Creo que cuando improvisamos, el final depende en definitiva del formato del espectáculo. En una impro dentro del formato internacional como el Match:
Dos equipos /un juez/ el público vota por la mejor impro/
Improvisaciones entre 1 y 4 minutos / comparadas, continuadas, mixtas/
En este formato el final lo da el tiempo y punto seguido, el juez. Este señala los últimos 10 segundos para terminar el performance. En este formato, la herramienta de saber el tiempo juega a favor; los improvisadores tienen la ventaja de saber que faltan 30 segundos y posteriormente que faltan 10, para ir llegando a la conclusión o al cabo, tal cual dice la RAE, para terminar la impro.
Si bien en el match los finales no son por lo general precisos y consumados, se permite dejar la “historia” a medias, pues lo que pasa durante el tiempo de improvisación, se torna más importante que el propio momento final cuando llega el pitazo del árbitro en el segundo 1. Un buen final en el formato de match, conociendo el tiempo que le indican los árbitros, sería llegar al segundo 1 enunciando (desde una acción física, corporal o con un texto), aquella máxima o ley de oro, que la historia misma construyó desde el inicio. Una máxima que el público pueda recordar para siempre y que, con seguridad, les permita llevarse el punto.
Hay otros formatos donde el final está determinado por factores como el llamado “ponche cómico”. En formatos de la compañía Acción Impro como Impredecibles, Catch o Teatro Deportivo:
Improvisaciones donde se realizan juegos cortos como Abedecerio, contrareloj, etc
la agilidad mental y la creatividad ponderan/
Improvisaciones con consignas como “hablar en rima”/
Impros donde hay un presentador que pone al improvisador en dificultades con
“cosas” para hacer o decir.
En este formato, el final de las impros surge cuando aparece una acción o propuesta que causa mucho impacto en el público o en la improvisación misma, y entonces, el presentador asume que “algo así no se repetirá”, entonces este decide terminar la improvisación, hayan pasado uno, dos o cuatro minutos. En el formato de juegos y de agilidad mental, el constructo o entrelazado de elementos aristotélicos, no pondera en la escena. Lo importante es el juego con el que se desarrolla la impro. En este caso es mejor ver la preparación de la receta, que el momento final de cuando se sirve en el plato.
Jugar bien durante, es quizás asegurar un buen final.
En este mismo orden de formatos, hay impros que terminan per se. Es decir, es el juego mismo que está diseñado para terminar: ejemplo: abecedario. De entrada, los improvisadores ya saben dónde termina. El cómo lo terminan, si bien es la cereza del pastel, tampoco es lo importante; el desarrollo de la impro y su sustancia, le dan a la impro la fuerza necesaria para que el espectador quede contento y no se sienta “defraudado” al final.
En formatos donde la historia es el centro del espectáculo la cosa cambia. A toda prueba, por ejemplo:
Cinco improvisaciones por noche/
Cada impro es una historia por género (terror, telenovela, acción, etc)/
Cada historia tiene principio, desarrollo y final y dura entre 7 y 15 minutos.

Acá entonces, podemos retomar de la RAE los conceptos de “Desenlace” y “Consumación”. Y elijo estos dos porque creo que agrupan dos maneras como concibo la impro de historias: las que tiene trama aristotélica y las que simplemente trabajan por lo que yo llamo “lo importante de la impro”.
En la impro de entramado Aristotélico (historias lineales, flashbacks, raccontos, in medias res, contrapuntos) la idea de Desenlace toma fuerza.
En este tipo de historias hay una promesa al inicio de la primera(s) escena(s) de la impro:
Misión, objetivo del personaje, conflicto o misterio a resolver, etc
Dicha promesa encuentra obstáculos para no cumplirse – El Nudo- (Ejemplo, como que los personajes se pierden en su viaje, o que aparecen verdades que cambian su rumbo, o que aparecen otros personajes que evitan a toda costa cumplir la promesa).
El desenlace no es otra cosa que deshacer el nudo. Revelar la trampa. Resolver el problema. Ver la luz. Darle al personaje lo que buscaba o quitárselo como máxima de la historia.
Ahora, este desenlace no es la última escena de la impro. El desenlace empieza un poco después de la mitad de la impro. Acá volvemos a la idea del formato. Si un formato como A toda prueba, que tiene alrededor de 4 o 5 improvisaciones, cada una entre 7 y 15 minutos, el promedio de la mitad de una impro es entre 4 y 8 minutos.
Si es un formato largo de una hora, como un espectáculo de Acción Impro llamado Los de la oficina o Colombiandei:
Un espectáculo con personajes establecidos, fijos. Mismos personajes siempre, diferentes situaciones, diferentes improvisaciones/
Una historia de principio a fin – 1 hora y 30 minutos-
En este tipo de espectáculos, después de los 30 minutos empieza el desenlace. Esta idea del tiempo es importante, porque pasado este tiempo los improvisadores deben trabajar por Cerrar y no Abrir. Cerrar implica encontrar puntos de unión.
Hacer propuestas que empiecen a hacer el ejercicio interno de: “Me remite a” para ir direccionando la historia al Final.
Abrir nuevos caminos que no tengan relación o “remitan a” las primeras escenas, donde está planteado toda la historia, es lanzarse al vacío y empezar a entrar en el laberinto de la confusión. Hay improvisadores que logran magistralmente crear nuevas propuestas en el desenlace y atarlas con el final de la historia; pero esto no sucede diariamente. El espíritu de la genialidad nos visita no con tanta frecuencia, es por esto que recurrimos a la escucha y a las estructuras.
Hay muchos tipos de desenlace: en la narrativa se habla de El terminante, el previsible, el abierto, problemático, feliz y dilemático. Cada uno de ellos con sus estructuras, fórmulas o complejidades. Lo que nos interesa por ahora, es saber que cualquiera que sea el desenlace, el improvisador debe empezar a desarrollarlo mucho antes y que debe trabajar por crear puntos de unión entre el inicio y el punto medio de la impro para llegar al final.
El tiempo interno, ese tempo dramático debe aprenderlo a desarrollar cada improvisador. Pero ese tiempo no es algo tan etéreo como se piensa; está determinado por escuchar la información base de la historia (qué está pasando y si eso se conecta con el principio); el ritmo (escena en crescendo o con un ritmo que contraste con las anteriores) antecede también el final; momento álgido o tensión entre los personajes donde pueda evidenciarse el cumplimiento o no de la promesa de la impro. Sorpresa. Sí, los elementos sorpresivos en el punto del desenlace abren la puerta para el final, pero es una sorpresa que no se debe desarrollar, simplemente plantearla, ponerla sobre la mesa, no hacer de la sorpresa una nueva puerta para abrir y seguir el camino.
Volvamos a la RAE. Consumar: “Llevar a cabo totalmente algo. Completar”.
En una impro situacional (donde no hay tantos conflictos, puntos de giro, enredos y promesas por cumplir), consumar lo planteado sería la manera de encontrar el final. Vamos con ejemplos: si la impro es un juego de estatus donde los personajes suben y bajan todo el tiempo, completar este juego sería el final. Sobreaceptar el juego (aquello de lo que va la impro) sería un punto de partida para el final.
Si la impro va sobre un personaje que recuerda y recuerda, completar este juego sería el final. No avanzar, solo “llevar a cabo” aquello de lo que trata la impro. Si el improvisador SABE DE QUÉ VA LA IMPRO, tiene todo el terreno ganado para cerrar la improvisación.
En este tipo de improvisaciones, el improvisador es juez de su propia impro; es un ejercicio de disociación plena, improvisador y dramaturgo que se unen para dar el pitazo en el segundo 1.
Llevar a cabo la situación de la impro arroja otros riesgos: no quemar la propuesta, dejarla en punta, no abrir puertas innecesarias, halar y soltar para que el espectador siempre está con ganas de ver más.
Finalizar una improvisación siempre va a hacer un reto enorme. Lograrlo es un regalo que el espectador siempre va a agradecer y que no olvidará. Pero siempre ha de ser importante finalizar. Tanto en las películas, como en la cotidianidad es importante los finales: finalizar la conversación con la pareja, finalizar la vuelta en la EPS, finalizar el trabajo pendiente, cerrar el ciclo (muchos se cortan el cabello o se van de viaje – gran final-). El final sigue teniendo hegemonía sobre nuestras narrativas. Trabajar entonces para cerrar una impro es igual de importante que trabajar para el título o la coherencia de la historia.
Este artículo de hecho, ha llegado a su final.